Carta a los Hebreos 9, 2-3. 11-14
La ineficacia del sacrificio de Cristo
2La tienda se levantó de tal forma que en su primera parte, llamada el Lugar Santo, estaban el candelabro y la mesa con los panes consagrados a Dios. 3Detras del segundo velo estaba el llamado Lugar Santísimo;
Eficacia del sacrificio de Cristo
11Pero Cristo ya vino, y ahora él es Sumo Sacerdote de los vienes definitivos. El Santuario donde él actúa como Sacerdote es mejor y más perfecto, y no ha sido hecho por los hombres; es decir, no es de esta creación. 12Cristo ha entrado en el Santuario, ya no para ofrecer la sangre de chivos y becerros, sino su propia sangre; ha entrado una sola vez y para siempre, y ha obtenido para nosotros la liberación eterna. 13Es verdad que la sangre de los toros y chivos, y las cenizas de la becerra que se quema en el altar, las cuales son rociadas sobre los que están impuros, tienen poder para consagrarlos y purificarlos por fuera. 14Pero si esto es así, ¡cuánto más poder tendrá la sangre de Cristo! Pues por medio del Espíritu eterno, Cristo se ofreció así mismo a Dios como sacrificio sin mancha, y su sangre limpia nuestra conciencia de las obras que llevan a la muerte, para que podamos servir al Dios viviente.
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